jueves, 1 de enero de 2015

¿Es sólo el trabajo de un profesor enseñar?



¿Debe el profesor ir más allá de los contenidos teóricos? A continuación, adjunto una anécdota real publicada por Max Van Manen en su libro "El tacto en la enseñanza". Dice así:

Es una pena de niña, pequeña para tener 9 años. Desnutrida. Pobremente vestida. Y huele mal. No ha tomado un baño desde hace semanas. Ya es abril y desde navidad no ha venido a la escuela más que 8 días. He intentado muchas cosas: telefonear a su madre (no tienen padre); decirle al asistente de contacto que vaya a su casa, llamar a los servicios sociales. Al final, el asistente social vino a la escuela a hablar conmigo.

"En realidad no hay nada que podamos hacer", me dijo. "Hemos amenazado a la madre. Ella nos prometió que intentara que Gail asistiera a la escuela. Pero la señora de hecho no controla. Dice que no puede hacer que su hija vaya a la escuela. Podríamos dejar que interviniera la policía  y denunciar a la madre. Pero está bajo la asistencia social. Por tanto,  ¿Qué ventajas lograríamos con eso? Y sacar a la niña de su casa tampoco arreglaría las cosas. Es sólo un caso más".

Se debió de reflejar el enfado en mi cara, "Créame", dijo con sorna, "a algunas personas no se las puede cambiar, no merece la pena involucrarse". Otro profesor que estaba en la sala de profesores, que había oído la conversación, movió la cabeza: "No tiene sentido darse con la cabeza en la pared. Estamos aquí para enseñar, no para perseguir a los niños que no aparecen por la escuela". 

Me enfadé muchísimo. No podía creer que un asistente social abandonará a un niño con tanta facilidad. También sentí que se estaban burlando de mi ingenua indignación. Todavía soy una profesora nueva en esta escuela, y algunos creen que no soy realista o que soy muy idealista: no esperes de estos niños marginales lo que esperarías de la bonita escuela suburbana en que has estado trabajando durante años.

De cualquier forma, eso ocurrió ayer. Hoy es un día fantástico. Nuestra clase de cuarto curso ha participado en un festival de música y ha ganado el primer premio del recital. Hemos ganado a otras tres escuelas. Y deberíais haber visto la diferencia de presentación. Los niños de las otras escuelas iban de punta en blanco. Y luego iban los nuestros en tropel. Muchos de mis alumnos se habían vestido con sus mejores galas. Pero aún así parecía una representación de indigentes de las Naciones Unidas. Había jóvenes de todos los grupos étnicos y sociales.

Sin embargo, esos niños estaban dispuestos a ganar y lo hicieron lo mejor que pudieron. En los ensayos nunca los había visto tan atentos, con tanto interés. !De hecho ganaron! 

El director estaba allí, mirando y haciendo fotos. Había sido escéptico sobre la conveniencia de inscribir a nuestros niños en este tipo de recital coral. Pero le dije que, incluso aunque no lograran ganar, hubiera merecido la pena. He notado un cambio en los niños. Están aprendiendo a expresarse y a permanecer erguidos cuando te hablan; te miran a los ojos en lugar de estar encorbados y mascullando como solían hacer. Y puede incluso que cuando sean mayores estos chicos olviden su cuarto curso, pero nunca olvidará las líneas de nuestro poema.

El director estaba casi más sorprendido que nosotros de nuestra victoria. Fue a fotocopiar el certificado del primer premio y a hacer una copia para que cada niño se la llevara a casa como recuerdo. Entonces fue cuando me dí cuenta. Gail no estaba allí, aunque había estado en clase el día anterior, y a pesar de que intenté que viniera para ayudarnos a que nos saliera todo bien en el concurso. Aunque Gail se había perdido muchos ensayos, era una chica brillante y sorprendente porque, a pesar de las ausencias lograba, de alguna manera,  estar al tanto de lo que se estaba haciendo en clase. Por ello le dije al director: "Es una pena que esa chica, Gail, haya vuelto a faltar otra vez. Ésta hubiera sido una experiencia buena también para ella, tomar parte en el esfuerzo del grupo, y la recompensa por su gran trabajo". 

Y yo me encuentro la foto adjunta y me pregunto... ¿La familia educa? ¿Se han preguntado los profesores qué hacen los padres con sus hijos? ¿o si estos tienen padres que actúen como verdaderos padres? No merece la pena involucrarse... Estamos aquí para enseñar... No nos pagan para eso... 
La palabra enseñar requiere también aprender, es decir, para que un profesor esté haciendo bien su trabajo, el alumno que tiene delante tiene que aprender, y si el que tiene que aprender no esta delante, luchamos por que esté porque nos pagan por ello.Y muchas veces, y en este tipo de casos, en los que las familias no son las de una clase media-alta, con dos padres, que pueden preocuparse por sus hijos, o dicho de otro modo: la familia feliz que nosotros los profesores pensamos que nuestros alumnos tienen... ésta no es realmente tal y cómo la imaginamos, pero claro... la culpa es de los padres, pero los perjudicados desgraciadamente son los niños y en este caso una niña de 9 años marcada de por vida... Por que claro... NO MERECE LA PENA. 

La pedagogía nos exige reflexionar sobre las vidas de los niños (...)Una característica esencial de la enseñanza es que el educador entienda el aprendizaje y desarrollo del niño en el contexto de una biografía amplia(...) Al comprender la importancia de las vidas de los niños se puede tender de alguna forma hacia una futura acción pedagógica más apropiada a la relación que uno mantiene con ellos"

Trabajamos con personas, y lo que es peor, con niños, es algo muy delicado porque formamos parte de su educación y su futuro depende de ésta. Debemos entrar en la vida de nuestros alumnos, establecer vínculos afectivos con ellos para realmente encontrar las causas de sus problemas e intentar solucionarlos para conseguir, de este modo, una verdadera educación, y la igualdad de oportunidades para todos.
Los niños necesitan seguridad, estabilidad, apoyo, motivación, entusiasmo, felicidad. ¿Y si no tienen una familia que les aporte todo esto? ¿Podremos tratar nosotros de contribuir algo por mejorar su crecimiento personal, su desarrollo para la vida? Yo creo que sí. Pero puede que sigan pensando que no. Miremos para otro lado entonces, que es lo más fácil, y condenémosles al fracaso.

Con una frase tan simple, Miche Eyquem dice: "Un niño no es una botella que hay que llenar sino un fuego que hay que avivar". Creo en el aprendizaje integral de una persona, en una escuela que consiga crear personas buenas, competentes y libres. Creo en encontrar el potencial de mis alumnos y ayudarles a mejorar cada día para que logren alcanzar sus sueños. Siento una gran responsabilidad por su enseñanza y su educación, porque su destino depende de ello. Para mí no hay ningún caso perdido o algo que no merezca la pena puesto que todos tienen derecho a una educación, una educación de calidad para todos (artículo 27 de la constitución española).





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