Iniciar sesiones desde el asombro, enseñar con preguntas, no con respuestas. Que los alumnos sean capaces de aprender para comprender la realidad.
Partir de un experimento, algo que les inquiete, que les produzca curiosidad. El maestro crea esa situación de conflicto cognitivo, los alumnos comienzan a trabajar para conocer y aprender aquello que han visto. Es entonces cuando el profesor actúa como sherpa, dejando que la autonomía de cada alumno se desarrolle, que sean capaces de enfrentarse a dificultades y obstáculos, que piensen y se esfuercen por resolver problemas, hacer actividades sin ayuda..., que se equivoquen y aprendan de ello. El maestro genera la situación y empuja al que se atranca, le ayuda al niño a ver por él mismo. No le enseña la respuesta, le ayuda a que la vea por él mismo.
Esta es la labor del maestro del siglo XXI generar la emoción, las ganas de aprender, y acompañar al alumno en el descubrimiento de la maravilla del aprendizaje y el desarrollo personal de cada uno.
